Este tema genera mucha controversia porque como seres humanos, algunos, creen que desmenuzar este “dicho” es irrumpir en las creencias o religión de los demás, pero no es así. Si pensamos que esto es un espacio de coaching y mentalidad es posible hablar al respecto en varios niveles.
Las palabras. En un espectro lingüístico, frases como esta u otras del tipo “si Dios me da licencia”, “primero Dios”, etc. nos condenan o supeditan a la voluntad de otro, olvídense de que existe la figura de Dios en estas oraciones y noten cómo decirlas es ponerse debajo de algo o alguien más. Es importante porque no es la primera vez que señalo el poder de las palabras: no son inocentes. Las palabras:
Vibran en ti y te dan un mensaje que desencadena una emoción.
Vibran en otras personas a las que tú enrolas con lo que dices.
Vibran para el Universo, y él no sabe de bromas o dobles sentidos; lo que dices se queda en el espacio y causa un impacto.
Por ello, más allá de que frases como estas conllevan un peso moral y religioso importante para muchos (y que es totalmente respetable), lo valioso es separarnos de esa idea para ver que no estamos bajo la voluntad de Dios (o como quieran llamarle en su vida), porque si Dios es amor y es expansión no nos pone por debajo de él, sino junto, a su lado, co-creando cada momento de nuestra vida ¿No es acaso esta una visión mucho más profunda de cómo vivir la experiencia de Dios?
Caigamos en cuenta que decir estos lugares comunes es ceder, a través de la palabra, nuestro poder personal, que por otro lado, muchos usan de pretexto para lavarse las manos y no tomar responsabilidad de sus actos: “no era voluntad de Dios”, “si Dios quiso que así fuera (o no fuera) quién soy yo para ir en su contra”, ¿cierto o falso? Escribo esto no con el objetivo de evangelizarlos en otra cosa, señalar su religión o criticar sus creencias, lo que busco es ampliar su horizonte respecto a lo que dicen y cómo lo dicen: dejemos de creer que algo o alguien más decide por nosotros, somos nosotros los que creamos con eso otro. Vamos juntos y es una negociación constante.
Créanme: Dios siempre quiere.
Pero no quiere lo que nuestra mente chiquitita alcanza a ver, no quiere abrirnos la llave para saciar al ego. Lo que hace es velar por nuestra propia evolución. Quiere que seamos nosotros los que exijamos más de lo que nuestra mente conoce; quiere que conectemos con el alma, quiere que dejemos de pensar que “las cosas caen del cielo”, y sobre todo, quiere que nos veamos y vivamos como un milagro: seres poderosos con un propósito grande.
Dios no cumple caprichos ni endereza jorobados, dicen por ahí.
El camino está lleno de retos, piedras, lodo, dolor, pérdidas y cosas bellas también, porque la vida es vida y el camino evolutivo no siempre se ve como nosotros esperamos. Esa es la práctica espiritual más importante: confiar en que “Dios sí quiere”.
- Dios siempre quiere pero pide a cambio movimiento y confianza.
- Dios siempre quiere porque es expansión, no miedo.
- Dios siempre quiere porque nos hizo posibilidad infinita.
- Dios siempre quiere porque no está por encima de nadie, sino co-creando con cada uno.
Lo que sea que Dios esté poniendo en el camino no puede ocurrir sin acción. Somos energía y posibilidad infinita, por eso Dios habita también dentro de nosotros; nos movemos en conjunto para materializar esa posibilidad.
Basta de pedir milagros ¡Somos el milagro! Así que si “hay que pedirle” algo a Dios, que sea discernimiento y capacidad de leer las señales que hay para nosotros en el camino. No somos menos que nada, somos el todo en co-creación para crear la vida que deseamos.
Marta Ro.