Creer en el destino apoya tu mentalidad

Juguemos a una posibilidad. 

Juguemos a que eres una pieza de un tablero más grande, pero no eres tú quien dirige el juego. 

Juguemos a que el destino sí existe, está tirado para ti y los eventos de tu vida están puestos.

Como entrenadora de mentalidad llegó un punto en mi vida en el que me di cuenta que la mente no es suficiente para navegar por el mundo. La mente es un recurso que nos mantiene vivos y nos da capacidades para sortear los retos, pero no es nada más que un filtro al servicio de tu alma.

A mí me gusta pensarlo y vivirlo así; por ello es que hoy por hoy me considero una entrenadora de mentalidad pero con una profunda conexión espiritual.

Si estás dispuesto a jugar, entonces aceptarás a usar tu mente para ver las distintas posibilidades en el juego. Entrar a la cancha significa crear plasticidad mental en tu cerebro, esto quiere decir: doblar tus ideas rígidas del mundo. 

Pero si eres de los que no creen en el destino y te guías por la idea de construirlo tú mismo, está bien, es totalmente válido. De hecho, concuerdo contigo en que los pasos para crear la vida que deseas son personales, pero para jugar esta posibilidad quiero compartirte la única regla: la confianza. 

Cumplir la regla te permitirá aligerar lo que tienes enfrente.

El juego consiste en imaginar que tú elegiste absolutamente todo en tu vida.

Tus padres.

Tu familia.

Tus eventos.

Tus alegrías.

Tus dolores.

Tus retos.

Tu profesión.

Tu pareja. 

Si esto es verdad, entonces no hay que pelear con lo que hecho está; avanzas en el juego cuando lo doloroso o los problemas aparecen enfrente, juegas con esta idea y entonces te sabes listo para recibir el madrazo. De esto va el juego, de creer en el destino para ti, pero con la confianza en que estás preparado para atravesar las pruebas duras de la vida. 

Es el turno de la mente. Su papel es ser el filtro para ver posibilidades. Con ella recibes la información externa, haces su valoración y creas una estrategia para moverte en el tablero. 

El enemigo es el ego que te dice “para qué quieres creer una estrategia si el destino ya es”.

La respuesta: avanzar a la casilla de tu evolución. 

Hacerlo te dará puntos dobles. No es rendirte porque el destino ya está y no lo puedes cambiar: es aprender a llegar de una forma diferente, por tu crecimiento, por tus lecciones, por ser un mejor ser humano que ayer. 

El aprendizaje de este juego es dejar de ver la vida como la meta y aprender a vivirla como un camino de evolución. 

¿La noticia? No, al terminar el juego no ganas: avanzas. La vida es un juego infinito. 

Marta Ro. 

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