El beneficio de la constancia en tu poder personal & autoestima

Llegar a los resultados que quieres no depende de la circunstancias, de un golpe de suerte o de la intervención divina, sino de sostener una acción y ser constante hasta, poco a poco, alcanzar tu meta o crear un nuevo hábito. 

Cada vez que dices que harás algo y no lo cumples, o lo sueltas, o procastinas y lo postergas es un golpe a tu autoestima ¿Lo sabías? Una declaración que no se cumple derriba tu autoconfianza, y con ella, cae también tu poder personal. Este crece porque logras poco a poco pequeñas tareas. Se siente como ‘¡Sí, hoy lo logré!’ La gente que crea cosas grandes es su palabra en cosas chiquitas; es decir, se entrena a hacer lo menos para alcanzar lo más. 

El autoestima está hecha de hábitos, ¿cuáles son los tuyos? 

No existe una fórmula para hacerte accionar. Todo se trata de moverte, moverte y moverte. 

Sostener una acción es elegirla todos los días, no algunos, no ‘por un día sin hacerlo no pasa nada’. Sostener es mantenerse congruente y firme para cumplir el objetivo. Se llega en acción sostenida: diario, un poco más a la vez, intentando nuevas formas, siendo constante; de otro modo, la meta se ve lejana y la frustración tomará la delantera. 

¿Qué de ti te impide tener ritmo en tu vida? Tú mismo y tus creencias. 

La constancia no es una virtud con la que algunos afortunados llegan a este mundo; la constancia es como trabajar un músculo en el gimnasio de la vida. Va de menos a más y se fortalece, poco a poco, hasta que se vuelve la detonadora de cambios en tu propio contexto 

¿Qué detiene la constancia? La falta de autoconfianza. Creer, como si se tratara de un juego, que tienes pocas vidas para lograrla, cuando en realidad siempre existe la oportunidad de elegir la posibilidad.

La constancia es el juego de los perseverantes, pero existen sus enemigos. Te digo cuáles son:

  1. La predisposición al fracaso: el típico ¿Y si no lo logro? O el fatalista ¿Por qué tendría que salir bien esto cuando mi evidencia siempre indica fracaso?
  2. Las emociones tomando decisiones ¿Quién no ha caído en la trampa de la no valía? Cuando dejamos que la entraña nos coma -literal- no damos espacio a la objetividad. Se vale sentir dolor, frustración o enojo, pero ojo: tus heridas no te definen.
  3. La culpa que acompaña al fracaso. Oye, te caíste, no es el fin. Sacúdete y levántate ¿Por qué no tomar la caída como una pausa? Tienes permiso de caerte, pero tú decides si paras para reajustar o te quedas en la lona.
  4. La voz de la gente incrédula de ti. El mundo siempre va a hablar, hazte oír más fuerte contigo. Manténte fiel a ti y dejarás de sentir un compromiso por complacer a los demás. 
  5. Tirar la toalla. El famoso zapping en lo que decides emprender: no funcionó, desisto y voy a otra cosa; no funcionó otra vez y desisto nuevamente. La constancia necesita compromiso. La prueba y error es válida, mas no la rendición. 

No siempre todo va a salir como esperas, pero la constancia es la que genera resultados. Que llegues o no a tus mentas, y con ello, te fortalezcas desde tu centro, no tiene que ver nada más que con tener hábitos y ser constante en su práctica. La cabeza te dirá que es difícil, complicado, que “mejor ya no”, pero está en ti aprender a dominarla para fortalecer tu poder personal.

Mientras seas constante en pequeñas metas, tu centro se hará cada vez más estable e inamovible. De este modo sentirás día a día cómo tu autoconfianza comienza a crecer dentro de ti.

Última lección: la constancia pide que te quites de tu propio camino.

Marta Ro. 

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