Fue mi corazón roto lo que me llevó al coaching

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Fue cuando leí este tweet (que por cierto si aún no me siguen en Twitter me encuentran como @martarocoach) que pensé en compartirles mi historia, la que personalmente marcó mi despertar a una vida de conciencia. No diría cambio, pero sí definitivamente el parteaguas que definió mi camino y mi vocación.

Hace no tanto, tuve 20 años. En ese entonces una jovencita Marta no había vivido mas que amores de juventud, lindos y apacibles, nada realmente significativo. Hasta que la vida un día me puso de nuevo en contacto con alguien quien ya existía en mi espacio y de alguna manera estaba presente; se trataba del sobrino del mejor amigo de mi papá. Nos reconectamos porque este amigo de Don Chava murió y el duelo entre la familia nos acercó.

Pero nos acercó tanto que nos enamoramos. Él, más joven que yo. 

¿Alguna vez han sentido que se mueren de amor? Pues a mí me pasó. La verdad es que el propósito de este texto no es entrar en detalles de nuestra relación, sino explicar cómo es que una ruptura del corazón es tanto o más transformadora que el peor de los dolores. Pues bien, me enamoré como -dice Ángeles Mastretta en “Mujeres de Ojos Grandes”- se enamoran las mujeres inteligentes: como una idiota. Pero hoy a la distancia puedo ver que ese amor no sólo lo alimentamos él y yo; las personas a nuestro alrededor lo hicieron, el contexto lo hizo, haber crecido juntos lo hizo y, no sé, quizá también el deseo de amar y ser amado cuando estás creciendo y descubriéndote tuvo mucho que ver en que nos prendáramos tanto el uno del otro.

Existe un término francés que describe muy bien este sentir, amour fou. Literalmente significa “amor loco” y se utiliza para nombrar a esos amores intensos, desmedidos, voraces; de cierto modo rapaces, que queman todo a su paso. Ese tipo de amor que puede ser incluso peligroso pero que nos hace sentir vivos. Todos viviremos alguna vez un amour fou con el que comprenderemos el significado de la frase “el amor duele”. 

Mi amour fou lo viví a la distancia, en ese momento yo residía en NY, por lo que su ausencia hacía más profunda la huella en mí. Todo era tan intenso que se volvió fugaz y esta historia terminó cuando cumplí 22 años. Luego, me fui en picada. Lloré como nunca, de esas veces que ya no lloras porque crees que te acabaste tu cuota de lágrimas para toda la vida. Me tumbó.

El dolor que viví lo sentía tanto como el amor que tenía por él. Me desconecté de mí. Me desconecté de la gente y me sumí en la nada. Así que volví a Guadalajara con mi corazón roto en la maleta y literalmente sólo existía en el mundo. Fueron 6 meses de existir para llorar todos los días con todas sus noches. Lo más triste (sí, sí hubo algo más triste) fue que él me escribió una carta y me hizo prometerle no leerla hasta 10 años después (también se pasó jaja). Sin entrar en detalles, todo se resume a:

“No es que no te ame, pero en este momento de la vida no puedo estar contigo”.

Fue devastador porque nunca dudé del amor entre nosotros y sabía que no había sido un tema de falta de cariño; al final, teníamos 20 años y a esa edad la vida puede verse rara, confusa y muy apabullante.

Un día alguien invitó a mi madre a un proceso de coaching, pero ella, como cualquier madre que quiere sacar a su hija de ese hoyo emocional, pensó en mí para llevarme. Sí, yo al igual que muchos pensaba que era una tomadura de pelo; veía al coaching ridículo, lo juzgué y me resistí. Por ello es que puedo entender cuando la gente se niega a vivir estos espacios y cuestiona el contexto porque todo ahí parece raro y ajeno a la realidad. 

Finalmente fui obligada por mi madre y con la condición de que me iría temprano a una cena. Todavía recuerdo que entre todo lo que le dije a mi mamá, ella sólo contestó: “lo que pesques”, dejándome ver que cualquier cosa que retuviera sería mejor que seguir escuchando mi propio llanto.

No les voy a decir qué escuché, pero si me conocen un poco saben que fue lo suficientemente grande para elegir quedarme esa noche. Sólo quien ha atravesado un proceso como este sabe qué ocurre ahí dentro y lo poderoso de vivir otra posibilidad, de otro modo y desde otro lugar. Yo misma marqué a mis amigos para avisarles que no llegaría a la cena.

Más que cambiar, para mí que me rompieran el corazón fue lo que hizo que encontrara mi vocación. De cierta manera significó un despertar profundo de la persona que hasta entonces había sido y de mi mentalidad, claro está. Entonces lo vi. Por fin pude ver que ese amor intenso que terminó había sido el punto de inflexión para mi evolución. Por supuesto que en ese momento no lo dimensionaba así, ahora lo puedo describir como tal; entonces sólo sentía que podía construir mi propia manera de ver el mundo y sanarme. Lo que allí escuché y conocí fue para mí muy inspirador y revelador. Me abrió otras posibilidades y entendí, por primera vez, que todo en la vida es una elección, y que lo que entonces dolía tanto había sido el quiebre que necesitaba.

Luego de más de una década eso aún vive en mí y ha sido gratificante, hermoso y poderoso entender la perfección de los procesos de la vida. Darme cuenta cómo lo que vivimos cae en su lugar para situarnos donde debemos estar es una práctica constante de propósito, de saber que en todo hay un para qué y que por más que duela, la lección está ahí. 

La vida nos rompe. A veces el corazón, otras de manera mucho más profundas, con eventos que nos cuesta comprender, pero en el dolor hay evolución. Ninguna situación es más o menos difícil que otra; un corazón roto puede doler tanto como la muerte de alguien, y sin embargo, en ambos hay regalos que la misma vida que nos rompe, nos da. Aprender a verlos es lo valioso.

Si me dijeran que tengo que vivir otra vez este dolor para encontrarme con el coaching y lo que hizo por mi vida, lo volvería a pasar. En este espacio tan mal entendido y mal interpretado:

He encontrado mi poder personal y mi poder de elección. 

He despertado a mi responsabilidad personal.

He desarrollado la confianza en mí, en el Universo y en los demás.

He creado la visión de mi propósito.

He creído en el sueño de liderazgo en mi país y en el sueño de contribución para el mundo.

Y también, me ha puesto mucha gente en el camino para enseñarme lecciones, quienes me han permitido darles de mí y conectar sueños con ellos.  

Así que, les aseguro, no importa el dolor de lo que estén viviendo y qué tanto parezca sin salida (sólo ustedes saben cuánto duele), puede que sea el momento en el que su siguiente paso evolutivo esté a punto de suceder y es probable que exista un regalo tan grande que sólo aceptando lo que la vida les presenta podrán entender como una bendición. 

Marta Ro. 

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