La historia de los cangrejos mexicanos ¿Estamos condenados a una leyenda?

¿Se saben la fábula de ‘los cangrejos mexicanos’? Va más o menos así. Estaba una persona en un mercado y se encontró frente a un puesto en el que estaban a la venta tres cubetas con cangrejos, dos de ellas cubiertas con una madera y una más totalmente expuesta. Cuando la persona le preguntó al vendedor a qué se debía, este respondió: en la primera cubeta hay cangrejos norteamericanos, si no los cubro, trepan por su propio esfuerzo y escapan. En la segunda cubeta -siguió explicando- hay cangrejos japoneses. Ellos se apoyan mutuamente hasta formar una pirámide para que salgan los demás, mientras los que están afuera apoyan a salir al resto. En la tercera cubeta hay cangrejos mexicanos, con ellos no hay problema. Cuando uno quiere salir los demás lo jalan hacia abajo.

¿Les suena de algo esta historia? Es ruda porque, tristemente, es verdad. No quiero hacer una generalización, pero creo que sí es el sentir de muchos mexicanos sobre los propios mexicanos. Normalizamos la mediocridad, las cosas a medias y el valemadrismo que cuando alguien supera esa media chafa, así sea en lo más mínimo, se apodera de nosotros la envidia más tonta que puede haber. Porque aceptémoslo, la envidia de la buena NO existe. La diferencia entre el primer mundo y nosotros no es el PIB, es la mentalidad ¿Por qué nos cuesta tanto lidiar con el progreso de los demás? Ahí les va. Principalmente, por nuestra falta de valía y confianza.

Siempre le echamos la culpa a los demás: al gobierno, a nuestro contexto, a las circunstancias, a los papás, pero nunca a nosotros. Nunca tomamos la responsabilidad de lo que nosotros hacemos, pero eso sí, alguien decide tomar las riendas de su vida y buscamos -e incluso diseñamos- toda una red de supuestos privilegios por los que esa persona sí pudo ¿Y tú cuándo vas a poder? 

La fábula de los cangrejos mexicanos se puede interpretar desde dos ángulos. 1. Cómo hacemos de todo para sabotear al otro y 2. EL PEOR desde mi punto de vista: cómo nos aprovechamos de la escalada de esa persona. No es suficiente bajar cada vez al cangrejo cuando intenta subir, sino que, además, vemos qué le podemos quitar mientras tanto ¿Por? Porque nos da un miedo terrible el mundo afuera de la cubeta, porque adentro todo es más cómodo. Preferimos quedarnos ahí, en el fondo, reproduciéndonos en la apatía y en la añoranza de lo que pudo ser. Eso no es ‘aceptar lo que te tocó’, eso es: me siento tan incapaz de ir a la superficie que hago que los demás se sientan igual para no quedarme solo.

Es bien conocida esa frase de “el peor enemigo de un mexicano es otro mexicano”, y tiene algo de verdad. Es inevitable que el lado oscuro se apodere de nosotros en algún momento, sobre todo cuando consideramos que hemos puesto empeño y dedicación a algo y alguien más lo logró antes; al final, somos seres humanos, aquí no se trata de satanizar a nadie, pero parte de evolucionar es aprender a dominar esos sentimientos y madurar la personalidad. La envidia no es más que un signo de inferioridad. 

Nunca escaparemos de la cubeta si seguimos pensando justamente eso, que se trata de ‘escapar’. De la realidad no se escapa, se atraviesa hacia la que queremos para nosotros. Pero hay que empezar primero a dejar de vernos como competencia. Ya lo he dicho antes ¿Quieres llegar rápido? Camina solo; quieres llegar lejos, camina en equipo. 

Si ahora mismo tú estás abajo de la cubeta, asegúrate de apoyar al otro que está a punto de salir. Luego, trabaja duro y esfuérzate porque ya llegará tu turno de estar arriba y necesitarás del apoyo de los demás para dar el salto. La vida no es una carrera de velocidad, es un camino de perseverancia. Quédense con esto, como seres humanos, como país, como ciudadanos, como mexicanos: si gana uno, ganamos todos. Ustedes, ¿están al fondo o escalando la cubeta?

Marta Ro.

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