La naturaleza como ejemplo del ritmo de la vida

¿Qué pasaría si la naturaleza viviera como lo hace un ser humano? 

La naturaleza simplemente es. No sabe de complicaciones. Ocupa espacio en el mundo con sus plantas, sus flores y especies de todo tipo. Es el propio mundo. No compite. Se alimenta y alimenta a los demás. No pide permiso para crecer, se hace de su propio lugar. Conoce cuándo terminan sus ciclos, nos lo hace saber a través de las estaciones. Es tajante con los cierres y va sin resistencia del calor apabullante al gélido frío, y en medio, temporadas completas que nos anuncian que todo tiene un fin. 

Si hasta la naturaleza muere y reverdece año con año, entonces ¿Por qué esperaríamos que en la vida fuera todo permanente? ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar cuando algo ha muerto? Quizá porque resulta demasiado doloroso mudar de piel, y si duele, es porque ya no cabemos en ella y es necesario cambiar para seguir creciendo. 

La naturaleza, llena de sabiduría, nos recuerda que cuando tengamos temor a los cambios, cuando dejemos de sentirnos cómodos donde estamos, cuando dudemos sobre si soltar “lo seguro”, cuando sintamos de corazón que el presente ya caducó volteemos a verla: nos enseña sobre la aceptación -y adaptación- al cambio. Para la Tierra, los ciclos son parte de la vida, son la vida misma: cuando algo muere, algo nace, y la naturaleza, con las estaciones, con el día y la noche, con los estados de la materia, con el clima, etc. nos deja ver que todo tiene un principio y un fin, porque si nada termina, nada nuevo existe. Ese es el ritmo que marca el paso de la vida.

Porque no es lo mismo vivir los ciclos que vivir ciclado. Los ciclos son procesos que nos permiten trascender, no hay ciclo que no termine sin que represente un avance en cualquier área. Quienes se rehúsan al fin, y viven ciclados, sólo retrasan las lecciones y los cambios, pues de cualquier modo sucederán. 

Aceptar que el fin o la muerte de una etapa de nuestra vida ha llegado nos regresa la libertad y el poder de comenzar un momento distinto, como escribió José Lezama Lima en uno de sus poemarios, “con las mismas manos con que lo escribiste, destrúyelo”. Puede ser y dejar de ser por uno mismo, es una elección. Como la naturaleza que destruye sus hojas verdes, las seca y las deja caer. Sin fin no hay comienzo. 

Durante noviembre hablaremos acerca de ciclos; así como la naturaleza no resiste los cambios, la vida pide de nosotros lo mismo: apertura a que el fin es inminente, pero nunca sucede sin traer con él el inicio de algo más grande, más poderoso, más retador, nuevos regalos y nuevas lecciones.

Las flores no se preocupan por ser bellas, sólo son.

Así que deja de preocuparte por las demás flores y ocúpate tú de florecer. 

Todo es perfecto en el Universo. Dios -o aquello en lo que crean- nos da a cada uno un propósito y nos pide poner nuestro mejor empeño para llevarlo a cabo. Por ello hay que morir y renacer: para dejar ir y dejar entrar, para sanar y para avanzar. La evolución necesita un nuevo ‘yo’ cada vez porque la vida es distinta cada vez. Cuando duden de la persona que son en el mundo, volteen a ver a la naturaleza: nos da lecciones infinitas sobre ser (al mismo tiempo) suaves, fuertes, cálidos, intensos o impetuosos con nada más que con lo que vinimos, ese es nuestro regalo.

Permítanse cerrar y dar por terminados procesos de su vida, relaciones, trabajos, colaboraciones, proyectos y más. El fin no es el fracaso, es la conciencia de que el tiempo, su tiempo dentro de ese momento, terminó y es hora de ir hacia adentro para revisar, sanar y prepararse a nuevas experiencias. 

Saber -y aceptar- que todo cierre tiene un propósito es dejar a un lado el control y la “seguridad” de todo ‘lo que nos pertenece’ y a donde ‘pertenecemos’. Nada es para siempre y esa también es una manifestación de libertad.

Este 2020 cerramos el ciclo de la vida como hasta entonces la conocíamos. La pandemia caducó la manera que teníamos de relacionarnos e interactuar con los demás y nos llevó juntos a una nueva normalidad. Si el mundo terminó un ciclo, ¿cuáles son los momentos de su vida que les piden ¡O les gritan! También un fin? 

A punto de terminar este año, es buen momento para preguntarnos cuáles de nuestras relaciones no sobrevivirán, qué áreas de nuestra vida dieron lo que podían dar o qué ya no se puede renovar. Si somos capaces de reconocer lo que terminó o está a punto de morir, podremos honrar la despedida y abrir espacio para los tiempos venideros. 

Si temen la soledad del fin, sólo quiero decirles que no están solos, se tienen a ustedes. No están solos, tienen a su prójimo. No están solos, tienen cerca al Universo. No están solos, tienen a la divinidad a su lado. Al final, ver un ciclo terminado es notar que nunca dejamos de ser, nuestra esencia permanece y avanza con nosotros mientras nos vaciamos de lo que fue para llenarnos de nueva vida, nuevos momentos, nuevas personas y nueva energía para evolucionar.

Marta Ro 

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Un comentario

  1. Que hermoso, cuantos miedos guardamos a perder que nos perdemos de todo lo qué hay alrededor de el cambio. Que la luz de lo divino siempre te dé más para que lo sigas compartiendo a través de estos post

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