¡Qué oso el sueño americano!

Hoy nos ha quedado claro que existen dos norteaméricas, y definitivamente no quiero ser parte de la que se pronunció hoy desde la rabia, la soberbia y la ignorancia. Digo que hay dos norteaméricas porque lo que ocurrió este miércoles en el Capitolio es ejemplo de la verdadera, la más cruda e insensata, la que nos ha hecho decir por años: es Estados Unidos siendo Estados Unidos. 

La otra norteamérica es de la que soy parte junto con miles de seres humanos quienes a cambio de pisar ese país abandonaron el suyo en busca de libertad. La otra es donde existía the american dream, la ilusión que Estados Unidos construyó y alimentó con ferocidad, la potencia del mundo, la tierra prometida ¿Cuándo se rompió esa promesa? ¿Cuándo the land of the free fue sólo para unos cuántos?

Hoy mi corazón y mi espíritu se sienten atacados por este hecho; sí me lo tomo personal porque me siento parte también de ese país, y aunque realmente soy mexicana y mi parada grande es por México, nunca voy a negar mis raíces mexico-americanas, como tampoco lo mucho que la cultura norteamericana ha impactado en mí y en mi manera de ver el mundo. Sin embargo, hoy me avergüenza voltear a ver a Estados Unidos, pero más que todo, me parece increíble que en 2021 existan este tipo de muestras de locura generalizada protagonizadas por racistas, xenófobos y “disidentes” que no han comprendido que un mundo separado los aparta también a ellos y que su ignorancia, mata.  

Yo honro el sueño americano de gente como mi abuelo, un médico con la oportunidad de hacer allá por él y por muchos más, así como el de tantos seres humanos provenientes de todo el mapa quienes han construido esa nación. Ellos hicieron y hacen la norteamérica de los sueños, no quienes envilecidos reclaman (?) un poder que ni existe ni es de ellos. La norteamérica donde todo era posible se redujo a la división, a la ley del Talión y al peligro ¿En qué momento la oportunidad de volvió un riesgo? 

Pero a pesar de todo, si esto hace caer Estados Unidos, que así sea. Que se desvanezca su supuesta y ya muy aireada superioridad moral, política y cultural. Que se borre “el maestro” de la vanguardia occidental y que el mundo vea el precio de la división. Ya nadie quiere ser Estados Unidos, el de a deveras, el que encubre y protege supremacistas blancos pero condena a los mexicanos, afroamericanos y muchos otros, el que nos enseñó a consumir de manera voraz, a desconectarnos de los demás, a competir, a señalar y a desdeñar lo diferente. Así que si la lección para la humanidad es ver cómo se desploma uno de los grandes, habrá valido la pena. Así que sí, yo sí espero que sea una caída de estructuras tan fuerte que nos quedemos sin nada y comprobemos, una vez más, que el poder es una construcción, una ilusión que de un momento a otro deja de ser. Deseo que con esa caída se caiga también el velo de las miradas del mundo y dejemos de ser ciegos ante la necesidad de la humanidad de volver a ser tribu, de honrar la colaboración y el trabajo de todos. Como las antiguas tribus norteamericanas o incluso las civilizaciones de Mesoamérica. Ojalá que al menos la insensatez y la frivolidad de hoy haya raspado dentro de cada uno y nos haga sentir que no es «lo que pasa en Estados Unidos”, es el contexto del mundo, y por lo tanto, sí nos afecta porque sí somos parte. Es necesario volver a las raíces, volver a conectarnos espiritualmente para dejar de separarnos. 

Si alguno aún cree en el sueño americano, no lo señalo, pero si le pido que al menos se cuestione su concepto de. The american dream ya no puede ser la competencia y el poder, o el precio será cada vez más alto. Les invito a replantearse el ideal norteamericano y borrar la idea de los justicieros o los vengadores. El sueño vive dentro de cada uno. La nación la hace la gente con su trabajo, con su comunidad y su contribución. Es fácil caer en la trampa del juego de los que “siempre ganan”, pero the game es de nosotros con nosotros para ser-humanos antes que exitosos, compasivos antes que orgullosos y solidarios antes que the one

Tengo una sensación agridulce por lo ocurrido, pero de algo estoy clara, la norteamérica de la que me siento parte es de la que se puede caer para ahora sí ser ejemplo de que la libertad no es negociable, no está destinada a “los mejores” y no existe para conquistarse. Mi sueño americano es que algún día dejemos de separarnos entre buenos y malos, ganadores y perdedores, ricos y pobres, potencias o tercermundistas, blancos y marginados, para que todos podamos pisar del mismo lado de la tierra prometida, la libertad de ser. 

Sólo es libre el que sabe echar raíces, el que entiende que todos somos uno y el que hace con su contribución el camino más fácil para los demás. 

Marta Ro. 

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