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Este mes cumplimos un año desde que la pandemia comenzó.
Un año desde que nuestra vida se transformó por completo.
Un año desde que vivimos un antes y un después de lo que conocíamos como “la vida normal”.
Mucho se ha escrito y ha hablado sobre lo que la pandemia ha traído a nuestra vida: nuevas maneras de relacionarnos, la resignificación de la convivencia, nuevos modelos de trabajo, el entretenimiento en casa, etc. Todo lo mecánico que ajustamos para vivir adentro. En esa vuelta al interior ocurrió el despertar de algunos. Mientras muchos renegaban el encierro y vivían el confinamiento como una afrenta contra su libertad, otros vivieron por primera vez lo que significa vivir consigo mismo y hacerse cargo de ellos.
¿Quién llevó bien o mal la pandemia? No hay parámetros o calificaciones; cada quien está atravesando este momento de la vida desde sus posibilidades, pero también desde sus propios huecos. Hoy les pregunto ¿Desde dónde han vivido la pandemia?
Quiero decirles que quedarse en lo terrible de la situación y lo triste que está ocurriendo es vivir de manera simple, la vida “está pasando” y no hay nada qué hacer; las crisis son evolución, pero la evolución es elegible. Cada uno decide qué ver y qué vivir en coyunturas como esta. Alguien sin ningún tipo de entrenamiento o grado de conciencia ve sólo la punta del iceberg y se queda en la superficie ¿Vive en un error? No. Es su proceso y es su manera de atravesar el hecho. Es quien recibe con apertura y aceptación la crisis quien se lleva las lecciones porque sabe que la vida está a su favor. El reto es notarlo, es aprender a ver lo bello en todo; ese es el verdadero trabajo personal, y de paso, la auténtica espiritualidad. Un ser humano evolucionado o en proceso de no es el que se llena de información, sino el que nota y acciona, quien se convierte en observador de sí mismo y avanza la persona que hasta entonces fue.
En colectivo podemos decir que notamos:
La importancia de cuidar nuestras relaciones a la distancia.
Lo valioso de crear comunidad.
La necesidad de renovarnos para adaptarnos al momento presente.
El valor de poner cuidado a nuestra salud mental.
La apreciación de los pequeños momentos y de lo que sí tenemos.
De todo esto ¿Qué accionamos?
Por mi parte, elijo ver a mis relaciones como una expansión de mi propio ser y no como un recurso que está cuando las necesito.
Elijo cuidar al de a lado, a mi vecino, y no sólo al de abajo.
Elijo la creatividad como la solución a lo que tengo enfrente.
Elijo moverme en optimismo con mentalidad de cómo si en lugar de ser fatalista en el contexto actual.
Elijo utilizar mis talentos e ir de la mano con quien tengo cerca porque son estos y son ellos con lo que cuento para avanzar.
Les aseguro que de todo esto hay grandes lecciones para integrar a cada una de sus vidas. Crecer es moverse para vivir en la posibilidad y no en la probabilidad. Hoy les pido que abran bien los ojos y noten qué de ustedes se ha movido a su favor; quizás ahora más que nunca estrecharon lazos con su gente o emprendieron un negocio desde su hogar; quizás es hora de accionar la compasión, la empatía o la escucha. Salvan el mundo desdoblándose ustedes, expandiendo su luz y su esencia a los demás antes que haciendo caridad por los que menos tienen.
Notar es también estar abierto a las pérdidas y al no retorno, lo que dejó de ser y quien ya no fue se quedó en la vieja normalidad, y está bien. La acción comienza en el presente, el juego real es hoy. Otro punto importante es señalar que accionar no es cantidad. No es quien se mueve mucho; pueden crecer en lo local, pueden mover una sola cosa de su vida y habrán hecho su chamba.
Marta Ro.
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