Para saber quién soy tengo que experimentar quien no soy

Todos creemos saber quiénes somos. Jugamos el juego de los calificativos y hacemos bios en nuestras redes sociales para que los demás nos conozcan, pero se nos olvida que para aprender quién sí somos primero debes tener claro quien no somos.

Para ello, sólo hay un camino: cagándola, cometiendo errores, descartando lo que no conecta con nosotros. La paja se aparta para descubrir el corazón. El problema es que creemos que saltamos de la nada a serlo todo, y en la vida hay etapas que cumplir y momentos que atravesar para desenmarañar nuestra verdadera esencia cubierta por roles de género, por el condicionamiento social, por ideas de lo “bueno” o lo “malo” y por creencias con las que nos formamos. Todo es una prueba y error hasta que nos acercamos a nuestro verdadero ser. 

Piensen en su historia y en todo lo que han vivido a través de los años. Si de verdad creen, saben y están convencidos de que absolutamente todo tiene un propósito, sus intereses, las personas que les acompañan, sus pasiones, sus virtudes, sus amores, sus talentos, existen para mostrarles quiénes sí son, pues por elección han puesto esas piezas en su propio rompecabezas. El resto se manifiesta para aprender a diferenciar entre lo que sí somos de lo que no. Nada de ello nos define porque la evolución de un ser humano está en la adaptación y la reinvención para ajustarse al momento presente. Lo que no les gusta, les incómoda, lo “malo”, las tragedias, las injusticias de su vida o sus errores no definen la persona que son hoy. Si tuvieran que quedarse con una sola lección me gustaría que sea: cada día es una nueva posibilidad de elegir. El poder más grande que tenemos es el de la elección. 

No son la gente que hirieron.

No son la expectativa que no cumplieron.

No son la promesa que rompieron.

No son lo mal que actuaron.

No son las etiquetas que se compraron.

Si viven ciclados en sus errores se están perdiendo la oportunidad de explorar quiénes son verdaderamente. Un ejemplo claro es la mofa en la que hemos convertido nuestros defectos: soy despistadísima, soy súper enojón, soy desorganizada, soy voluntarioso, soy estúpida, soy flojo, soy torpe, soy todo lo que no me gusta… sin cachar que decir S-O-Y trae al espacio eso que tanto señalan y entonces lo repiten hasta que se convierte en una realidad. La energía de pronunciar ‘Yo Soy’ es poderosísima y deberíamos utilizarla al revés para vivirnos desde:

Yo soy amor.

Yo soy valiente.

Yo soy capaz.

Yo soy creador.

Yo soy abundante. 

¿Quién eres?

Sólo así podremos reconocer que no somos eso que nos achacamos, sino que -como cualquier ser humano- vivimos momentos de enojo, de desorganización, de desesperación, de procastinación, de echar la hueva.. porque es parte de la vida y nada de ello nos convierte en personas no valiosas.

Créanme, quienes sí son siempre, pero siempre, sale a la luz y no es necesario hacer bios o arreglar su perfil en redes sociales: los demás lo notan y hablan de ello con otros y frente a ustedes. Dicen por ahí que amor y dinero no se pueden ocultar, yo diría que tampoco la naturaleza del ser. Ocúpense en fortalecer todo el bien, todo el amor, toda la valentía, toda la virtud y toda la bondad que sí son para que los errores o las faltas que cometan sean sólo eso, parte de lo que no son y no los identifica. 

¿Cuántos ‘Yo Soy’ de poder se dicen al día?

Marta Ro.

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